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¿Trastorno crónico del sueño o pérdida de tiempo ocupada?
Un metaestudio demuestra que los trastornos del sueño y la privación del mismo dejan huellas diferentes en el cerebro.
Entre el 20 y el 35 % de la población sufre trastornos crónicos del sueño, e incluso la mitad de las personas mayores. Además, casi todos los adolescentes o adultos han sufrido en algún momento privación de sueño de corta duración. Hay muchas razones para no dormir lo suficiente, ya sea salir de fiesta, un largo día de trabajo, cuidar de familiares o simplemente perder el tiempo con los teléfonos inteligentes. En un reciente metaestudio, los investigadores de Jülich han podido demostrar que las regiones cerebrales implicadas en ambas situaciones difieren significativamente. Los resultados del estudio se han publicado en la revista JAMA Psychiatry.
«Dormir mal es uno de los factores de riesgo más importantes -aunque modificables- de las enfermedades mentales en adolescentes y personas mayores», afirma el Dr. Masoud Tahmasian, investigador de Jülich y Privatdozent, que coordinó el estudio. Por el contrario, los trastornos patológicos del sueño a largo plazo, como el insomnio, la apnea obstructiva del sueño, la narcolepsia y la privación del sueño a corto plazo, se localizan en distintas partes del cerebro. Así lo ha confirmado un reciente metaanálisis exhaustivo realizado por Jülich.
La falta de sueño tiene efectos negativos
Gerion Reimann, uno de los autores principales del estudio, que realizó su tesis de máster sobre este tema en el Instituto de Neurociencia y Medicina de Jülich (INM-7), afirma: «Los síntomas de la falta de sueño son similares durante el día. Cualquiera que haya dormido mal o no haya dormido lo suficiente sabrá que a menudo se siente un poco malhumorado, o incapaz de realizar bien las tareas debido a que su atención y sus tiempos de reacción se ven significativamente afectados».
Los casos repetidos de privación del sueño pueden tener consecuencias mucho más graves. Los estudios demuestran que la privación frecuente del sueño tiene un efecto adverso en el desarrollo del cerebro, reduce la eliminación de sustancias nocivas del cerebro, disminuye la estabilidad emocional y provoca una disminución masiva de la memoria de trabajo, así como del rendimiento de una persona en la escuela o en el trabajo. «Los trastornos crónicos del sueño y la falta continua de sueño son también factores de riesgo de diversas enfermedades mentales», subraya Reimann.
Diferentes estructuras cerebrales detectadas
Los investigadores de Jülich analizaron los datos de 231 estudios cerebrales. Los estudios examinaron y compararon varios grupos – por ejemplo, pacientes que sufrían trastornos crónicos del sueño con individuos sanos, o sujetos de prueba sanos y bien descansados con aquellos que sufrían privación de sueño. Los resultados muestran claras diferencias neuronales entre los grupos.
Las personas con trastornos crónicos del sueño mostraron cambios en una región del cerebro conocida como «corteza cingulada anterior», así como en la amígdala derecha y en el hipocampo, uno de los núcleos centrales del cerebro. Estas regiones intervienen, por ejemplo, en el procesamiento de emociones, recuerdos, decisiones y sensaciones.
Reimann explica: «Estas anomalías reflejan síntomas comunes que aparecen durante el día con diversos trastornos del sueño, como agotamiento, problemas de memoria, cambios de humor e incluso depresión. Aún está por ver si los cambios en el cerebro son la causa o una consecuencia de los trastornos crónicos del sueño.»
Por el contrario, la privación de sueño a corto plazo se asoció con cambios en el tálamo derecho, una región cerebral responsable de la regulación de la temperatura, el movimiento y la percepción del dolor. «Esto se corresponde con los síntomas de la privación de sueño a corto plazo», afirma Reimann. «Se está menos atento, se restringen las acciones y se suele sentir el frío con más facilidad».
Conclusiones importantes para futuros estudios
«Así pudimos demostrar por primera vez que no hay regiones cerebrales que se solapen entre los dos grupos», dice Reimann. «Esto es importante para futuros estudios. Ahora podemos centrarnos en las regiones y redes estructurales y funcionales precisas que son representativas de cada trastorno del sueño», subraya. «Hasta ahora, los distintos trastornos del sueño se consideraban por separado. Ahora también podemos abordar cuestiones sobre trastornos crónicos del sueño en estudios transdiagnósticos, es decir, podemos examinar varios hallazgos al mismo tiempo», añade Tahmasian.
Los nuevos hallazgos también podrían allanar el camino para terapias más específicas y medidas preventivas. «Muchos pacientes que padecen insomnio -o trastornos crónicos del sueño en general- también tienen un mayor riesgo de sufrir depresión, ansiedad y otros trastornos mentales, así como Alzheimer y otras formas de demencia», explica Reimann. «Ahora que sabemos qué regiones cerebrales están implicadas, podemos investigar con más detalle los efectos de las terapias no farmacológicas, como la terapia cognitivo-conductual o la terapia de presión positiva continua en las vías respiratorias (CPAP), en comparación con los tratamientos farmacológicos para diversos trastornos del sueño», añade.